“Una vez hubo tres chicas que alcanzaron la Luna pero se quemaron con el Sol” (pág.241). Después de tantos años de lucha por la emancipación de las mujeres, nos encontramos con que las cosas siguen casi igual que cuando en 1999 Jordi Sierra I Fabra escribió Las chicas de alambre. “Qué es el deseo? Piénsenlo. Rubens pintaba mujeres gordas y decía que en ese tiempo los hombres las querían carnosas. ¿Por qué hoy ha cambiado esto? ¿Por qué hoy muchas modelos parecen muñecas frágiles, a punto de romperse, y lo que potencian es su imagen lánguida, débil, triste y hasta ojerosa? ¿Por qué lo que podríamos llamar “el efecto Auschwitz”? Pues porque parte de su atractivo y reclamo es ese. Una mujer exuberante inspirará una clase de deseo. Pero una mujer muy delgada, casi evanescente, inspirará otro, y tan fuerte o más que el primero”. (pág. 95) Jon Boix, un famoso periodista neoyorquino, decide reabrir el caso de Vania, una modelo desaparecida, una de las tres Chicas
La droga es algo doloroso, algo que te engancha y te hace sentir muerto por dentro, hace que te acostumbres poco a poco. Es como una cerilla que actúa hasta que la llama se apaga por completo. “Me sentía como un fantasma condenado a vagar eternamente arrastrando una cadena” (pág.6) “Lo hice para castigarme, pero también para provocar en mí alguna clase de dolor. Lo más dramático de todo fue que no sentí nada. Simplemente, estaba muerto por dentro y por fuera” (pág.30). Resulta inadmisible cómo las drogas roban infancias, destruyen familias y anulan historias aún por escribir. Los adolescentes empiezan consumiendo como si fuera un juego, sin pensar en lo que esto puede causar, ya sea por hacerse los guais delante de sus amigos, por estar en un entorno en el que no hay escapatoria, o para cerrar heridas, pensando que te van a hacer sentir menos vacío. Realmente esto no es así, las drogas significan dolor, sentirte muerto, solo… “El que tiene un porqué para vivir puede afrontar
Comentarios
Publicar un comentario