Diferente enero
Correctamente
hablando el año acaba el 31 de diciembre, mientras tomamos las uvas y vemos a
la Pedroche en Antena 3. Pero diría que el año realmente acaba el 31 de agosto,
donde comienza septiembre como si se convirtiera en el 1 de enero. Septiembre
significa mes de cambios, de novedades. Septiembre es el mes de una nueva
etapa, de una nueva vida.
Es una cuenta atrás, como cuando una
bomba va a explotar y contamos los segundos antes de estallar. El límite de
nuestra bomba es el día que se abren las puertas del gran edificio al que
debemos asistir durante los siguientes nueve meses. Entramos en las pequeñas
aulas similares a celdas, rodeadas de barrotes que nos oprimen la libertad.
Cogemos un libro que por obligación debemos aprendernos al pie de la letra.
Escuchamos charlas interminables de profesores a quienes a veces no queremos ni
saludar.
Los
días comienzan a tener menos horas. El Sol ya no brilla, y el moreno desaparece
de nuestra piel. Las playas comienzan a vaciarse, ya no hay castillos de arena,
ni sillas a modo de reserva como si estuviéramos en Benidorm. En las calles ya
no se escuchan carcajadas, ni niños llorando, ni extranjeros que hablan en
idiomas de extraterrestres.
Ya no hay quedadas de amigos todos los días, atardeceres en Cabicastro, tardes en el skate mirando a Claule o simplemente riéndonos de nosotras mismas. Se acabaron los “ceno y bajo”, el sentir los días de la semana como si fuesen fines de semana. La libertad se queda corta ahora, reducida a los descansos de diez minutos después de una tarde estudiando.
Septiembre tiene forma de libro, sabor a últimos helados antes de empezar con la sopa, olor a uva, tacto a manta en los primeros domingos de lluvia y peli.
Septiembre tiene sentimientos encontrados. Me produce miedo a la vez que entusiasmo. No saber que te espera y querer planearlo todo al milímetro. Es reencontrarse con tus amigos de nuevo, con los que ahora son tus enemigos, con tus ex o con lo que pueden ser nuevos pretendientes. Septiembre es volver a reunirse contigo misma también.
Se
llama Septiembre y se apellida de muchas formas; clase, lluvia, buses,
domingos, pelis y manta; se apellida ansiedad, estrés, agobio y el no saber que
hacer.
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